4 dic 2009

Cierta historia de amor

Cada noche, cuando las estrellas brillaban en lo más alto del firmamento, había un hombre, un ermitaño que salía a caminar por la orilla del mar, caminaba horas y horas, hasta que el sol venía en su abrigo y calentaba la mañana y la tímida arena que enfriaba sus pies, para luego de eso volver a su aposento a descanzar y meditar después de su larga caminata. Una noche de esas tantas noches despejadas y de luna llena, el ermitaño, como era su costumbre, salió a caminar por la orilla de ese intenso mar, caminó y caminó, hasta que de pronto se encontró con una figura que reposaba en una de las tantas rocas que dormían eternamente a la orrilla del mar, al principio creyó ver una figura humana, una hermosa muchacha, sin embargo cuando sus pasos lo llevaron hasta el lado de la joven, se dió cuenta de que era un sirena, hermosa, de cabellera larga pelirroja y con sus mejillas coloradas por el brillo de la luna, unos ojos azul profundo, como si los hubiera heredado de su madre la mar y que sentada en la roca miraba las estrellas, el ermitaño se emocionó con la paz que esta pequeña sirena miraba el firmamento, como si anhelara algo que nunca iba a tener y que siempre quizo. El ermitaño se acercó sigilosamente para no molestar el hermoso trance en el que estaba la sirena, se sentó a un lado y comenzó a acompañar a la pequeña ninfa en su devenir estelar y la niña como sabiendo la llegada del ermitaño lo miró y le comenzó a hablar. Conversaron toda la noche, de la vida y de la muerte, del por qué eran lo que eran, hablaron del amor y de como es querer a alguien no correspondido, hablaron del mar de la tierra y de la vidad que se lleva ahí, con sus atrocidades y su belleza, pero jamás hablaron de las estrellas ni del firmamento, ni de la luna, ni del sol.

Cuando el astro mayor comenzó a asomar sus pestañas por el horizonte, fue el momento de la despedida, ermitaño y sirena se dieron un gran abrazo y prometieron volver a verse y seguir la conversasión que había quedado pendiente, ambos con una gran tristeza por la despedida pero felices de que se habían prometido volver a ver. Entonces cada uno tomó su camino y se marchó, esperando el día del reencuentro y poder expresar ese cariño que tuvo cada uno del otro.

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