Se besaron, sintieron su cálida
respiración uno en el otro, mientras lentamente Roberta se mecía sobre Vicente
y el calor comenzaba a apoderarse de sus cuerpos. Vicente rozó suave con su
lengua los pezones de ella, tiernos y
sudorosos, un dulce sabor se apoderó de su cuerpo mientras jugaba con ellos, se
estremecieron, se respiraron, tenue e intenso, un sonido los envolvía en esta
danza más y más, un abrazo arrebatado los inundó, Roberta en su pulsión
desmesurada lamió y mordió la oreja de Vicente quien le correspondía de a ratos
besándole el cuello, a ratos jugando con sus pequeños senos que se acoplaban a
cada movimiento y roce que Vicente concebía con sus dedos o con su lengua.
La sensación entre ambos subía a tal
punto que parecían danzando en movimientos que solo esta permitido para quienes
logran escuchar a eros cantando en sus andanzas amorosas. Roberta lo deseaba
más y más, las palabras sobran pensó, en un instante se miraron, les pareció
eterno constante y sensual, se besaron, se tocaron, se lamieron, se sudaron, se
corrompieron, se encantaron, se encontraron, se excitaron. Vicente la tomo
sintiendo sus curvas, sus pezones, su abdomen, sus caderas, sus piernas
llegando a sus pies y volviendo por el mismo camino como si jamás lo hubiera
recorrido, Roberta se dejo llevar por el deseo de ser tocada, sintiendo como su
sexo se inundaba de regocijo mientras Vicente la masturba, gemía, quiera
gritar, ser tocada por Vicente una y otra vez. Ella bajo por su cuerpo
deseándolo, besándolo, primero en la boca, el cuello, su pecho, sus pezones, deslizándose
por su abdomen, sintiendo su pubis hasta el calor de su miembro, lo besó, lo
lamió, de arriba abajo, sus manos la ayudaron en esta ardiente sensación que no
dejaba de inundarla, sus olores se mezclaron en el placer de lamerse el uno al
otro, Vicente sintiendo el deleite de acariciar sus muslos mientras su lengua
jugaba en el sabroso vaivén del ano y la
vagina de Roberta que se estremecía a cada movimiento cadencioso de manos, lengua,
cadera, de su sexo, y de todo su cuerpo en una desbordada emoción de querer ser
penetrada.
Se sintieron mutuamente, Vicente se
encontró lentamente con la carne suave y candente de Roberta dándole la bienvenida a las puertas del
placer. Ella lozana acogía el miembro que la penetraba sutil, pero con vigor a
la vez, un leve escalofrío los recorrió cuando sus cuerpos chocaron carnalmente
hasta sentirse acoplados por el placer de estar uno frente al otro,
respirándose, besándose, oliéndose, manoseándose hasta sacarse risas eróticas
de placer que daban movimientos al compas de los gemidos que emitían con sus
bocas, con su sexo, con su piel, con sus manos, con su cuerpos que
armoniosamente se entrelazaban.
El tiempo es eterno cuando dos
cuerpos se entrelazan como un diálogo interminable, platicando en bailes
carnales, gemidos sensuales, posiciones, palabras de satisfacción de deseo, de
amor, de promesas, fantasías, de miradas incoherentes, de olores, de dolores,
el sudor que recorre sus espaldas y sus entrepiernas escribe como la tinta una
hoja en blanco que va esbozando una historia que solo tiene por fin el gozo
carnal. Así es como lentamente la respiración comienza agitarse, ambos se
entienden sin decirse nada y la emoción, la vorágine de la emoción apresura la presteza
de la penetración, que comienza hacerse continúa sonante y rítmica, en una armonía
de sollozos de placer donde Vicente se
deja llevar por aquella sensación que termina en un brote de esperma que lo
hace estremecerse al punto de desvanecerse de placer y que inunda vigorosamente la vagina de Roberta
que grita de regocijo al sentir un estremecimiento en todo su cuerpo, desde las
palmas de sus pies hasta las sientes, sintiendo el fluir de su sangre por las
venas que recorren enérgicamente el goce del orgasmo cómplice de dos cuerpos.