23 jun 2015

Roberta y Vicente...



Se besaron, sintieron su cálida respiración uno en el otro, mientras lentamente Roberta se mecía sobre Vicente y el calor comenzaba a apoderarse de sus cuerpos. Vicente rozó suave con su lengua los  pezones de ella, tiernos y sudorosos, un dulce sabor se apoderó de su cuerpo mientras jugaba con ellos, se estremecieron, se respiraron, tenue e intenso, un sonido los envolvía en esta danza más y más, un abrazo arrebatado los inundó, Roberta en su pulsión desmesurada lamió y mordió la oreja de Vicente quien le correspondía de a ratos besándole el cuello, a ratos jugando con sus pequeños senos que se acoplaban a cada movimiento y roce que Vicente concebía con sus dedos o con su lengua.
La sensación entre ambos subía a tal punto que parecían danzando en movimientos que solo esta permitido para quienes logran escuchar a eros cantando en sus andanzas amorosas. Roberta lo deseaba más y más, las palabras sobran pensó, en un instante se miraron, les pareció eterno constante y sensual, se besaron, se tocaron, se lamieron, se sudaron, se corrompieron, se encantaron, se encontraron, se excitaron. Vicente la tomo sintiendo sus curvas, sus pezones, su abdomen, sus caderas, sus piernas llegando a sus pies y volviendo por el mismo camino como si jamás lo hubiera recorrido, Roberta se dejo llevar por el deseo de ser tocada, sintiendo como su sexo se inundaba de regocijo mientras Vicente la masturba, gemía, quiera gritar, ser tocada por Vicente una y otra vez. Ella bajo por su cuerpo deseándolo, besándolo, primero en la boca, el cuello, su pecho, sus pezones, deslizándose por su abdomen, sintiendo su pubis hasta el calor de su miembro, lo besó, lo lamió, de arriba abajo, sus manos la ayudaron en esta ardiente sensación que no dejaba de inundarla, sus olores se mezclaron en el placer de lamerse el uno al otro, Vicente sintiendo el deleite de acariciar sus muslos mientras su lengua jugaba  en el sabroso vaivén del ano y la vagina de Roberta que se estremecía a cada movimiento cadencioso de manos, lengua, cadera, de su sexo, y de todo su cuerpo en una desbordada emoción de querer ser penetrada.
Se sintieron mutuamente, Vicente se encontró lentamente con la carne suave y candente de Roberta  dándole la bienvenida a las puertas del placer. Ella lozana acogía el miembro que la penetraba sutil, pero con vigor a la vez, un leve escalofrío los recorrió cuando sus cuerpos chocaron carnalmente hasta sentirse acoplados por el placer de estar uno frente al otro, respirándose, besándose, oliéndose, manoseándose hasta sacarse risas eróticas de placer que daban movimientos al compas de los gemidos que emitían con sus bocas, con su sexo, con su piel, con sus manos, con su cuerpos que armoniosamente se entrelazaban.
El tiempo es eterno cuando dos cuerpos se entrelazan como un diálogo interminable, platicando en bailes carnales, gemidos sensuales, posiciones, palabras de satisfacción de deseo, de amor, de promesas, fantasías, de miradas incoherentes, de olores, de dolores, el sudor que recorre sus espaldas y sus entrepiernas escribe como la tinta una hoja en blanco que va esbozando una historia que solo tiene por fin el gozo carnal. Así es como lentamente la respiración comienza agitarse, ambos se entienden sin decirse nada y la emoción, la vorágine de la emoción apresura la presteza de la penetración, que comienza hacerse continúa sonante y rítmica, en una armonía de sollozos de placer donde Vicente  se deja llevar por aquella sensación que termina en un brote de esperma que lo hace estremecerse al punto de desvanecerse de placer y  que inunda vigorosamente la vagina de Roberta que grita de regocijo al sentir un estremecimiento en todo su cuerpo, desde las palmas de sus pies hasta las sientes, sintiendo el fluir de su sangre por las venas que recorren enérgicamente el goce del orgasmo cómplice de dos cuerpos.

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